La crisis y nuestra falta de liderazgo

Bruno Catalano (Marruecos, 1960) – Escultura de bronce Hombre Cargando la Tierra, 2012 [https://brunocatalano.com]

La sociedad de la libre competencia se ha caracterizado por impulsar, a través de un liderazgo vigoroso, los valores del pragmatismo y capacidad de adaptarse a los cambios. En este tiempo de crisis, como nunca antes habíamos visto, en la que nos abruman escenarios tan diversos como el cambio de la vida cotidiana, el desempleo, conflictos sociales y crisis económica como consecuencia de la pandemia, nuestros liderazgos están siendo puestos a prueba y, en la mayoría de los casos, estamos fallando en eso que creíamos que sabíamos manejar bien.

La relación entre empresa y gobierno a sufrido un giro de 180º en su dinámica de mostrar el camino a seguir. Durante las décadas pasadas las empresas dictaban el rumbo, mientras que los gobiernos creaban las condiciones para que el mundo empresarial lograra su mejor desarrollo. Las llamadas Reformas Estructurales y Educativas, propuestas por el FMI, gobiernos de los países líderes (Estados Unidos y la Unión Europea), y otras organizaciones internacionales, son un claro ejemplo de esto. Sin embargo, ante la crisis del SARS-COV-2, las empresas claramente se relegaron y esperaron a que fueran los gobiernos los que decidieran cómo resolver la situación. No lo hicieron de manera callada, ya que han exigido a los gobiernos que actúen de manera rápida y eficiente colocando por delante el riesgo que la economía puede sufrir si no lo resuelven de manera oportuna.

Cada gobierno eligió un enfoque diferente. Enfrentaban una situación extraordinaria sumada a las condiciones de cada Nación (sus riquezas y necesidades, recursos, sistemas de salud, políticas internas, cultura e idiosincracia). La decisión más evidente estaba entre decidir por salvar la economía (interés primario del sector empresarial) o la salud de la población (interés primario de la ciudadanía). Hoy en día, parece que la mayoría de los gobiernos entregan cuentas desfavorables ya que no han logrado solucionar adecuadamente ninguno de los dos principales problemas de manera adecuada. Esto resulta más evidente en los llamados países desarrollados quienes deberían contar con mayores recursos y posibilidades para enfrentar un reto como este. Los pocos países que han superado la crisis y que han reactivado su economía fueron en su mayoría países con gobiernos que optaron por atender la pandemia antes que la economía (China, Corea del Sur, Vietnam, Tailandia, Nueva Zelanda y Singapur), no todos ellos países desarrollados.

La meta de regresar a la normalidad ha dirigido los esfuerzos de la mayor parte del Mundo hacia el establecimiento de condiciones en las que la sociedad y las empresas puedan funcionar como antes lo hacían, o al menos, lo más cercano a eso. No he encontrado registro de que ninguna empresa global haya realizado esfuerzos significativos para adaptar su operación a una condición diferente de funcionamiento o que hayan creado propuestas de cómo los gobiernos podrían enfrentar de mejor manera la situación. Tampoco las organizaciones empresariales (CCE, CANACINTRA, CONCANACO, etc.) han asumido una postura en este sentido. Ni siquiera empresas de sectores sumamente afectados como las industrias de viajes y turismo, restaurantera o del entretenimiento, han modificado su modo de operar mas allá de plantear algunas medidas comunes de seguridad. El principal cambio que se ha llevado a cabo es el de realizar las operaciones administrativas y de planeación (oficina) desde los hogares de los empleados de manera remota.

La falta de un enfoque creativo e innovador de hacer negocios, y la búsqueda de un regreso al pasado cotidiano, refleja una falta de liderazgo y visión de parte del mundo empresarial. Las principales acciones ante la crisis que las empresas han asumido se resumen en los siguientes puntos:

  1. Implementación de protocolos de seguridad para los empleados y clientes propuestos por la OMS y los gobiernos locales
  2. Ajustes de horarios y turnos
  3. Trabajo remoto de los puestos de oficina
  4. Retorno a la producción lo antes posible y en los niveles más cercanos de producción a lo que se tenía anteriormente
  5. Revisión y ajuste de las metas de producción y cálculo del costo de la pérdida del año 2020 con la ya aceptada idea de que en 2021 se retomara el ritmo de producción y ventas
  6. Algunas empresas han creado acciones de apoyo a la población relacionadas a su filosofía de ser un empresa Socialmente Responsable que que han funcionado más como una muestra de empatía con la sociedad que como soluciones efectivas

Por su parte, los gobiernos se ven posicionados entre la instancia empresarial y la ciudadanía y, con la agenda electoral de no perder seguidores. Con un pié en la defensa de la economía y el otro puesto en la responsabilidad de atender a la población han terminado por no definir un camino claro y decidido. Así es que los gobiernos muestran reflejan su falta de liderazgo ante la situación.

El escenario para los gobiernos es sombrío. No podrán quedar bien con ambos sectores y no se aprecia un camino que los conduzca a lograran salir bien librados de la situación. La pérdida de credibilidad y aprobación de los gobiernos va a la baja en todos los países. El gobierno de izquierda español está ya enfrentando severas críticas y las cercanas elecciones de Estados Unidos vislumbran una posible derrota de Trump. El caso de Estados Unidos puede ser revelador en el sentido de que se trata de un gobierno que claramente ha buscado favorecer una economía que en sus indicadores macroeconómicos muestre un crecimiento y, hasta hace unas semanas parecía tener al sector empresarial bastante contento. Sin embargo, los datos del segundo trimestre de su economía demuestran una caída del 32.9 del PIB, una caída que no había sufrido el país en 75 años.

El escenario empresarial no es más iluminado, pero los nubarrones vienen retrasados, están un poco más allá del horizonte visible a simple vista. La esperanza empresarial está puesta fuera de sus manos, en terceros que deberían resolver el problema para ellos. Sus expectativas están puestas en dos aspectos principales:

  1. Tener acceso a una vacuna que normalice la situación. Sin embargo, la competencia por la vacuna efectiva ha encontrado obstáculos en su desarrollo que ya no la muestran como una solución a corto plazo.
  2. Encontrar en los posibles cambios de gobierno, que están a la vuelta de la esquina, una perspectiva diferente que les favorezca. En Estados Unidos se espera que con un triunfo de Biden, se consiga una mayor inversión en el sector salud, la aplicación de un numero mayor de pruebas y medidas prácticas que permitan el funcionamiento normal de las empresas, pero esto no es seguro. En México, las elecciones intermedias tienen la posibilidad de presentar cambios en las Cámaras y Estados que inclinen la balanza en otra dirección limitando el accionar del Gobierno Federal. La economía mexicana ha tenido hasta ahora una caída del 18.7% de su PIB, y siendo más frágil y con un enfoque hacia la austeridad, las exigencias y presiones al gobierno actual se esperan serán más fuertes.

Si algo ha caracterizado a los gobernantes de la historia reciente en el mundo es que se ha perdido el liderazgo de los grandes estadistas del pasado que guiaron a los países en tiempos difíciles como las dos Grandes Guerras. Esos liderazgos los llevaron a la creación de organismos internacionales que vieran por los intereses globales como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, la OEA, la OTAN y el Tratado de Varsovia. La mayoría de estos organismos quizá ha dejado de cumplir su función o se han erosionado sus principios ante los intereses de las grandes capitales, pero el espíritu estaba ahí, como una manera de prever problemas mundiales.

El sector empresarial se ha acostumbrado a que dichos organismos y gobiernos sigan resolviendo las situaciones de crisis y no han entrado en cuenta de que no lo están logrando. Resulta sorprendente la falta de una visión global en la que no aparece por ninguna parte una postura de enfrentar el caso de la pandemia a través de las uniones comerciales entre países. Quizá el mejor ejemplo es el de la Unión Europea que no ha actuado para presentar soluciones para los países que la integran. Mucho menos en otras regiones como la de Norteamérica con el Trato de Libre Comercio de América del Norte. Estas son cosas que no se explican.

Ante esto, podemos pensar que resulta evidente que el mundo actual está dominado por el pensamiento individualista y de competencia en el que cada país está buscando ver por sí mismo, y lo mismo ocurre con las empresas. Mientras los organismos internacionales han quedado como meros espectadores, los gobiernos de los países desarrollados en conjunto con la industria farmacéutica privada se han avocado a una carrera por desarrollar una vacuna como única solución. La tan preciada vacuna ha sido causa de una competencia voraz que ha colocado a gobiernos en la situación de buscar comprar anticipadamente la mayor cantidad de vacunas para salvar sus economías. Más del 50% de las vacunas han sido aseguradas para los países desarrollados aún y cuando no hay evidencia de que resulten efectivas. Y esto, dejando en el limbo al resto del mundo.

A estas alturas, la crisis económica es ya una realidad y las esperanzas de que se recupere en 2021 o 2022 son eso, esperanzas sin fundamento. Las empresas han reaccionado como en cualquier situación en las que llegan a tener problemas financieros, despidiendo personal con la idea de que se mantendrán a flote hasta que llegue la solución (una vacuna incierta). En su medio, tampoco se ven posturas creativas e innovadoras para enfrentar una situación que no es, ni remotamente, parecida a una crisis económica conocida. Que no es como las recesiones que ha vivido el sistema capitalista en pasadas décadas y que se suelen analizar como fenómenos cíclicos que similares a un huracán pasan después de unos meses o quizá un par de años. La reacción de las empresas sigue hoy en día ésta lógica, pero es, como la de los gobiernos, una lectura equivocada. Si los gobiernos no han mostrado el liderazgo para entender esta situación de una manera diferente, las empresas tampoco. Si no encontramos un liderazgo con una visión integradora, resultará sumamente difícil pensar que esta crisis no tendrá efectos devastadores en los gobiernos, la economía y, sobre todo, en las personas.

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